Sucede que me neutralizo
y existo entonces, por encima,
solo, en la superficie, donde,
sobran adjetivos, y podar ramas
es óptimo: contrariado, esquelético,
completo mis esquejes, y divierto
al rey de los suburbios. Es cuando
me entretengo, dignificando la profesión
de reptil o figurante de ocasión.
Me inyectan en vena, cuerpos blancos,
glóbulos de otras hojas, mientras, en
la incertidumbre, flota una cama
por pamela. Después, más inteligente,
acacho la cabeza, por no quitármela,
así, de un simple guantazo. Y la electricidad
me consume, y advierto la necesidad perentoria
de orinarme en los pantalones. Sucede
que los monstruos observan mi palidez,
amortajan mi cuerpo, con su luna de acacia
sostenida.
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