Fortaleza de signos, torbellino
de siglos de ceniza, soy simiente,
y la voz, recto cauce floreciente,
profunda en el lugar donde germino.
Irá tomando forma el peregrino
en jornadas de sol, intensamente,
quemándose la piel que lo cimiente
lejos de antiguas ruinas del camino.
Arde su fortaleza como Troya.
Y lo verás arder una y otra vez,
en el fuego hallará la claraboya
que lo acerque al candil de lucidez,
porque todo lo propio se rehoya
en la tierra nutricia de embriaguez.