Mereces todas las loas, distinciones
y dádivas con que se te ofrenda un presente,
-humildemente homenajeándote-, por todos los instantes
que vives ya con fertilidad en los pensamientos
de aquellos a quienes robaste el corazón.
Soy yo quien debe siempre agradecerte,
por haber dejado atónitos tú a mis sentidos
y no me queda más que con efusión ofrendarte
trozos del fervor de mi alma empaquetándotelos.