_A Gabriela_
Cuando la veía bailar, me nacían arañitas que me recorrían entero y me erizaban la piel.
Se le notaba la música en todo el cuerpo.
Ella, la música, a veces enmudecía de tanta hermosura.
Aquella mujer bailaba la música que a su vez la bailaba a ella en todo su cuerpo que sonaba como un río en el bosque, libre.