He de quitarme la blusa de los miedos,
He de vivir amando que es mi esencia,
Si no hay amor, se atrofiarán mis dedos,
Y en los espejos se pierde mi presencia.
Si ya no amo muero llorando yermo y frio,
Como las frutas del huerto abandonado,
Tengo palabras que escondo amedrentado,
Un caudaloso cariño que desbordará los ríos.
Yo te daré mis lágrimas en besos destemplados,
¡Qué trance tan dulce y tibio es la esperanza!,
Que para siempre quiero los odios desterrados,
Y Dios asiste ingrávido a la imagen sin tardanza…
Le da, purísima, su voz a la voz de los enamorados.
Yo te amaré en invierno, en la tormenta,
Justo en la arena amable y protectora de la mar,
Y nerviosos sentiremos la pasión que se acrecienta,
y el horizonte escribirá en colores: “¡la vida es amar!.
Paco José González