Dichoso el que navegue sobre la curva roja de tus labios húmedos
Dichoso el que deambule sobre las largas ondas de tus cabellos enrulados
Dichoso el que amanezca al lado de tu cuerpo dormido y no haga otra cosa más que contemplarlo
Dichoso el silencio que te observa y dichoso el sol que te ilumina
Dichoso el oído que escucha tu risa
Y dichoso el hombro que contiene tu llanto
Yo te observo, de lejos, así, tímidamente y en penumbras, y en ese simple esplendor, eso ya me convierte en dichoso.