Un amanecer claro
de luces falsas.
unos techos blancos,
calmados, en la noche oscura.
el chillido trepidante
del silencio inmuto,
en mis oídos, oculto.
la laxitud del tiempo
estacionado
en una esquina del mundo.
la embellecida piel barnizada
de una caoba muerta
sin sepultura ni polilla
que adorna la cómoda.
el pecado libre, que acecha,
envestida de su negra niebla
el amor ausente
armando su fuerza
para sobrevivir
a su tristeza
con la voz por dentro
en su discurso a ciegas.
la puerta que bate el viento,
la brisa que asienta su silencio,
el olor a flor de alhelí silvestre,
una voz que no se siente.
la luz del alba que no llega
el recuerdo que se apaga
tras la estéril espera.