Freddy Kalvo

¡Barajuste!

 

La vi venir por la calle

que conduce a la estación

y al mirar su hermoso talle

me causó gran sensación.

 

La vi venir solitaria

al subir por el andén

y una tenue luminaria

se veía; y era el tren.

 

Y brilló todo su pelo

como flores de alhelí

las que bañan el riachuelo

donde canta el colibrí.

 

Y en su cara una sonrisa

de repente divisé;

no importó que fuera aprisa,

muy hermosa la miré.

 

Pero un tanto entusiasmado

yo sus pasos perseguí

como un loco enamorado

con todo su frenesí.

 

Y al sentir mi cercanía

su mirar se hizo ilusión

con sus labios me decía

¡Tiene dueño el corazón!

 

Yo le dije, vivo solo,

y no tiene qué temer.

Ella dijo: soy Manolo,

soy un hombre, no mujer.

 

¡Ay carajo qué gran susto,

esa noche me llevé;

y de pronto, barajusto,

pues corriendo me alejé!

 

Así pasa a los tunantes

los que van de flor en flor

y buscando más amantes…

¿Tienen sustos…?, ¡Sí señor!