En la cena dos miradas
chispeantes por el vino
nos marcaban
el camino.
El camino hacia las sábanas
por la senda de un suspiro,
con las mantas
de testigo.
Esperamos que marcharan,
uno a uno, los amigos
que brindaban
divertidos.
Del trabajo la compaña
que socorre en el oficio
y en la gala
del bullicio.
Compartiendo de algazaras
y bebida en regocijo
en las tascas
y garitos.
Y al final de la velada,
tras un beso clandestino,
te abalanzas
sin prejuicios.
Que te lleve a una posada
me susurras al oído,
tú, excitada,
yo, encendido.
Y en la alcoba, si más trabas,
nos libramos del cobijo
de templanzas
y vestidos.
Sucumbieron nuestras ganas,
liberadas del presidio,
a las llamas
del delirio.
Por el lunar de tu cara
te convertí en mi capricho.
Por tus ansias,
en mi vicio.