Cubrí anoche,
tu cuerpo con el mío
para sentirte.
Tenías frío,
decías susurrando
y te abracé.
Luego miramos
la luna y las estrellas
desde el jardín.
Allí estuvimos
minutos que recuerdo
y que no olvido.
Vimos la magia
del cielo y de la noche
junto a las hadas.
Vimos las luces
de faros, invisibles,
que nos hablaban.
Estaba cerca,
el mar, que a nuestros pies,
dejan las olas.
Sobre la playa
y rocas de la costa
deja suspiros.
Es la resaca,
temblando me dijiste,
con sus cantares.
Y yo te amé,
así, sin darme cuenta,
y te besé.
Porque el abrazo,
sincero que teníamos,
nos daba paz.
Éramos jóvenes,
ansiábamos la vida
y nos amábamos.
¡Cuánta inocencia
las almas destilaban
en ese instante!
Rafael Sánchez Ortega ©
16/02/23