Eran las tres de la mañana, luego las cuatro y no me podía dormir,
Tengo insomnio, hice todas las cosas posibles para lograr entrar al sueño,
como tomar chocolate caliente, darme un baño de inmersión, pera nada de nada, no me dormía,
me levante y me puse a escribir.
Y me encanta contar cuentos, leyendas.
Al ser psicóloga social, me dio soltura, o cintura para desenvolverme en la radio,
El primer día, me senté delante de un micrófono y sentí en el alma que toda mi vida lo había hecho.
Pero yo leía, libros, revistas. Había una que se llama Uno Mismo,
recibía todos los meses gratis esa revista, allí había de todo, para mejorara la calidad de vida.
Pero a los oyentes no les gustaba que contara cuentos educativos, les gustabas mis vivencias,
Las vacaciones de verano con mi hija, y el más pequeño.
Teníamos una casita alpina, una chimenea hacíamos el fuego con llena
, juntábamos ramitas trocitos de madera en fin era divertido y sencillo para los niños.
Siempre me gustó disfruta el día y mirar por las noches las llamas de esa fuego abrazador.
De Buenos Aires me vine a vivir a Capilla del Monte, un lugar turístico,
con una calle que se llama la techada o le dicen la techada,
porque en rigor de verdad, son cuatro cuadras con techo.
Me gustaba ir a comer un helado con los niños de vez en cuando,
ir al banco, hacer compras, pero vivía en medio de los cerros.
Viví en esa bella casa casi cinco años, se llenaron mis ojos del paisaje
Tenía mil metros de verde gramilla, un cactus que florece lentamente
y tres ventanas al cielo.
Una de ellas miraba al Uritorco, la otra a las Gemelas y la tercera miraba al atardecer.
Me enamore de esa casa además tenía pileta o piscina.
Los veranos, eran y serán siendo muy calurosos,
pero al ser del signo de piscis me gusta el agua,
así es que de día, de tarde y de noche yo nadaba,
y no saben lo maravilloso que es nadar cuando llueve
en las noche de luna llena.
Fue cuando me enamoré de un español con barba,
como el Barba azul o como el mago Merlín.
Pero un mar de distancia nos separa.
Tendría que enamorarme de un italiano
y que se llame Lorenzo, y que tenga un viñedo.
Los italianos hablamos con las manos comemos pizza y no nos sentimos culpables.
Allí se bebe el vino tinto dulzón y se festeja cualquier cosa.
Nos llena de alegría una ínfimay a veces estúpida carcajada de otro.
La risa es contagiosa.
Me da la impresión de que a los españoles les gustas las mujeres de talla XXX,
pero en mi caso si bien soy de origen italiano, mi abuela es austriaca, de Austria
donde se baila el vals, pero ella tiene sangre irlandesa,
entonces cuando era una niña era mis cabellos amarillos como la espiga.
y a medida que fui creciendo se alargaron mis piernas, y el resto delgado y oculto.
Esta foto me la tome hace cinco años es lo que resta de mi.
Espero que este relato les guste. son mis vivencias y me gusta compartir.