La primera vez que te vi,
me enamoré de ti.
Dejar de mirarte, yo no podía;
decir lo que sentía,
no me atrevía.
Desde la primera vez que te vi,
tú, de mi mente,
ya no salías.
“Cupido lanzó su flecha”,
eso fue lo que pensé.
Sin quererlo, te fui conociendo;
sin conocerte, te fui queriendo;
y, sin darme cuenta,
te fui amando;
aun sintiéndote lejos,
pero dentro.
Cuando te vi,
parar de preguntarte
yo no podía;
saber todo de ti,
eso era lo que quería.
Mientras más te conocía,
más te admiraba;
mientras más te admiraba,
más me gustabas.
Y así fue como
comencé a adorarte
como si rey fueras.
Y así fue como
comencé a mirarte
como si una de las estrellas
de la “Noche estrellada”
de Van Gogh,
tú fueras.
Y así fue como
comencé a abrazarte,
como si un peluche
tú fueras.
Y así fue como
comencé a besarte,
como si tus labios
a menta supieran.