Los antojos del destierro en tus menguadas palabras.
Esta fiebre, oxitocina pervertida
que ultraja a mi razón en un harapo,
achicando los garajes inundados
de la percepción.
Tu presencia me lacera igual que tu omisión
y en el canto de esas caras
aguzado a dolor.
Ahí debo montar filas en contienda,
atrapando el filo con los dientes
con las comisuras que ya no son,
lubricando a sangre la gravedad
de no encontrarte.
De tope, mis mandíbulas
tensas como el tirachinas de un zagal
que amortiguan los vientos y las horas
exaltadas
sin el manto de tu aliento.
Como un touareg
petrificado
apretando mis gotas de sudor
me desplomo en el raso de tus senos.
En la ventisca calculo tu azimut
hilvanando la coreografía de tus cabellos
tratando descifrar
Por dónde se me eclipsó
tu voz.