Montenegro Angel

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Tenía unas uñas hermosas. Y doblaba tan tiernamente una servilleta. Eso es lo que me gusta tanto de ella.

Ese psicotrópico de su sonrisa.

Dientes tan perfectos.

Que si podía escribir poemas le dije.

Hizo de la servilleta una solapa y puso:

“Te prefiero caliente como el café. Aunque yo sea más de beberlo tibio.”

Y desde entonces nunca hubo vuelta atrás.

Desde entonces la amo mucho.

Y aunque ya no esté, desde que decidí tenerla para siempre en mi corazón, desde ese café en la heladería, desde entonces para nosotros, nunca hubo vuelta atrás.