Delante de una copa de cerveza
la mirada perdida, el horizonte,
penumbra en el ocaso atardecer,
fijos los dedos de su mano derecha
Una lágrima resbalaba por su mejilla
al punto de alcanzar sus labios.
Pensamientos cuajados e inmóviles
incapaz de discernir sus ecos
Avanza por el dique del puerto
sin ver ni oír nada, ni a nadie.
Se detiene, los ojos ciegos de dolor,
avanza entre luces y sombras
Cerca, baja el pantalán,
crujen las tablas bajo sus pasos,
cual teclado de piano varado
cuyo eco no reverbera, y se pierde
Ya, en el final, el agua refleja
Inquietos rayos de luna menguante,
blanquecinos destellos de opera acuática
que le atrae a cada instante.
Se siente incómoda, retrocede un paso
le sorprende las olas nocturnas
casi salpicando su cara y nota,
la frescura inhóspita del agua salada
Recupera su perdido semblante
mira a lo lejos en donde mar, y
la noche cerrada se confunden, y
alzando la voz, ¡te odio para siempre!