Yo confieso al Señor de las alturas
como ente y «Rey Supremo» de los cielos;
un fuelle sale mi alma en los desvelos
donde hago suscitar mis aventuras.
La «mujer» es «pretexto» en mis locuras
como un río entre tumbas sin anhelos:
beneplácito amigo de los celos,
somnoliento titán en travesuras.
Soy un «río» al corriente de las penas,
alborozo y estirpe sin tranvía,
que se pierde en amores y verbenas,
que se amola en escarnios sin valía;
y un «río» que sin aguas da las buenas
me estremece a decirte —sé mi guía—.
Samuel Dixon