La existencia nos plantea aferrarnos a una fe
para que la angustia de la muerte,
próxima y certera,
no nos genere transitar por la vida en la deseperanza.
No soy una persona de fe,
sin embargo transito la vida disfrutando de los pequeños placeres,
como de un día de sol en la playa,
una caminata en el bosque,
el abrazo de mis hijos,
el cuerpo de un amante.
La felicidad reside en esos momentos simples y cortos
en que nos creemos inmortales de tanta alegría y paz.
Aunque ansío que alguien me acompañe a transitar este breve intervalo de tiempo
que nos da la vida.
Un hombre, que sin ser nadie,
me abrace cuando sienta la derrota,
camine conmigo sin hablar, sólo tomándome de la mano,
y me mire con esos ojos que me dan tantas ganas de seguir viviendo.