Una noche lúgubre, lo más fascinante para un gótico escritor, hace mucho que no escribe una elegía; prepara su pluma, tinta y papel, se sienta en su escritorio, pero pasan las horas y no hay nada que lo inspire, lo que ve extraño. Cuando de repente, un cuervo tocó a su ventana y le dijo: Nunca más dejarás de escribir.