Escribana de memorias

Tardes que tienen nombre propio.

Tardes que deberías estar tú aquí,

Al menos tu voz resonando en mi cuarto,

Al menos tus manos sobre mi espalda,

Tardes dónde podríamos solo estar,

Sin aprobaciones sociales.

 

Tardes que pasan como horas astronómicas de nostalgia,

De sorpresas naturales, que alteran el estado,

De pensamientos tristes y vagos,

Tardes que quisiera estar sola pero contigo.

 

Tardes para leer sobre Leo Da Vinci,

Para ser curiosos mientras el tiempo se detiene,

en la lectura en voz alta,

Mientras el dolor natural,

conmueve algunas fibras hormonales,

Mientras atizo los hechos reales o imaginarios,

Y me echo al lecho temporal de mi cuerpo.

 

Tardes de lazos en la garganta,

De querer saber de ti, de tu voz amable,

De tus ojos oscuros y tu ser profundo,

De vivir lo añorado, de dejar de esperar

Lo que no será perfecto pero será real.

 

Tardes de desesperados anhelos de estar ausente,

Y que la ausencia sea por tu presencia,

De especular e imaginar que al fin,

En el lecho temporal,

Hay alguien con un grado de obsesión y confusión,

Similar al tuyo.

 

Tardes como las de los domingos,

Pero, ¿sabes?,

No de cualquier mes o año,

Son tardes que tengan tu nombre propio.