Acuarelas de tus sombras a color
al ritmo de una bomba de petróleo
En el lejano oeste.
Peso liviano, macerado con el deseo
que vive en las pepitas de granada,
de las bayas azulgranas y las fresas,
Zumo que refresca la luz viciada y la sonroja.
Cortinas de azabache que bailan en el fuego
de la hoguera.
Unos párpados que encierran el elixir
de mis abismos.
Unas manos que tras frágiles derrotas
trabajan sin nada que ganar.
Unos labios cortados a escalpelo,
una boca con carne de guayaba
y una lengua que enseñó a la cabra
de los gitanos a dar vueltas
sobre un vaso de cristal.
Equipos de trabajo a 400 voltios industriales
alimentados por una fiebre
de pasión.
Las cabezas de los buitres, ensañados,
arrancando el último tendón.
Licuó hasta la última gota de mi amor
El roce húmedo acarició la pólvora,
explotó.
Volatilizado entre calambres y gemidos
al compás de la taquicardia me perdí
tan alto
Que asustado de perderla
empujé fuera de órbita
a un puñado de satélites
para retomar la gravedad.
Me mezclé en su gesto siendo un yonki
Ganado herrado por el sello de sus iris,
Me dió a beber de la fuente compartida
con toques de picante y picardía.
Si mi Dios existiera…
nacería de ese beso.
- Cuando encendimos la tele, se había perdido la señal -