Por la paz de los campos
va mi silencio
horadando despacio
todo recuerdo
como sombra perdida
en la espesura
de un ayer que trasmina
y una renuncia.
Al pasar por el soto,
a contraluz,
la silueta de un chopo
se alza en el sur
mientras yo, rumbo al norte;
frío, lejano;
sin ningún horizonte,
solo, vagando;
masticando cristales
abro caminos
con mis huellas de sangre
lejos del ruido.
Mas la voz de las piedras
renace en mí
el rumor de un poeta
muerto por ti;
esa tú que me inspira
siempre a seguir
adelante a una vida
fuera de sí,
porque el eco te nombra
ángel del viento
y tus alas se posan
en cada anhelo.
*
Una luz se sostiene
hoy a levante,
sus dos labios encienden
tibios celajes.
Es el beso adorado,
rubias estelas
de latir incendiario
en nuevas sedas
que la noche desviste
suave y difusa,
nacarando un eclipse
de rima en luna
hasta que me amanece,
tierna y rosada,
refrescante esa fuente
bajo la acacia
cuya espina se oculta
tras glaucas hojas
en abrazos de bruma
premonitoria.
*
Desde el fresco venero
de la montaña
fluye leve cual sueño
tu cuerpo de agua.
Eres escorrentía
por la ladera
y también poesía
que se me acerca.
A la vera del río
van los gorriones,
van volando hacia el nido,
llevan amores
mientras tú te desnudas
y les sonríes;
con un gesto que acuna
sus cantos sigues.
El poder y la magia
en una flor
que nació con el alba
antes del sol
y es veneno en las venas
cuando presienten
tus caricias de yerba,
tu beso aleve.
Mendicante prosigo;
yugo tu piel
y tu boca el abismo
donde beber
la soñada ambrosía
de los amantes
entre perlas servida;
vid y rosales
con que enciendes la llama
de lo imposible,
el desgarro que ablanda
mis cicatrices.
*
Resonantes delirios
en torno al muro;
un jilguero y su trino,
canto profundo.
La paloma lo arrulla
haciendo suyo
el amor en disputa
con tibio embrujo
pues su piel leda toca
como guitarra
a la hoguera las notas
bajo las ascuas.
Y aquel llanto de lágrimas
sobre cenizas
se transforma en llamada
que me ilumina
del ayer más temido
que arde en la carne
por saberse perdido
su voz, su talle,
su figura y espíritu
a media tarde,
cuando el sol es un grito
y ara salvaje.