La noche se presumía, trágica,
mi alma, sollozaba entre sombras,
mi boca besaba el silencio,
como ardiente locura sorbiendo veneno,
hasta que tu mano espontánea rasgo la cerradura,
Se iluminó lo abisal cuando asomaste al mundo,
tu respiración, fue el cielo a tu paso,
entre brisas que elevan tus brazos,
para transformarlos en alas de mariposa,
que surgen grandiosas, tentando las nubes,
acariciando el firmamento con tu alma celeste.
Bendigo la noche que suplicó tu presencia,
el sollozo del alma que humectó la plegaria,
la boca desolada que anhelaba tus labios
la locura insondable que soñaba tus manos,
Joya de luna y seda que renueva mis utopías,
en el surco de tu piel brotará mi semilla,
nutrida en el nectario de miel de tu pecho viviente,
donde eres ánfora y lirio, maternidad y delirio.