Si asoma por sorpresa de repente,
sereno le diré: -no te conozco-,
a aquella que negó
con terquedad los sueños de mis ojos.
Aquella emperatriz de la evasiva,
beldad del abandono,
que ingrata se burló de mis plegarias
hiriendo de mi ser en lo más hondo.
Y entonces con firmeza
invertiré los sesgos de mi rostro,
quizás a un horizonte baladí
de indicios melancólicos.
Presagio la congoja de su cara
turbarse del asombro,
tal vez por no entender que ahora soy yo
el quiz de su bochorno.
Seguro que mi mente encontrará
recuerdos de aquel gozo
que, siempre que al rozarla,
sentían mis entrañas desde el fondo.
Incluso algún atisbo de ilusión
por lances que acontezcan en remoto
pudiera persuadirme
a caer nuevamente en sus antojos.
Mas, firme al alegato pertinaz
que exprese en su responso,
mi orgullo imperturbable mostrará
que al daño no hay retorno.
Conclusa la insistencia y la paciencia
añado en su presencia que, ni loco
soporto que se posen en mi boca
sus labios mentirosos.