Iba y venía, como rastreando en vano la felicidad,
bajo cielos de resplandores inesperados,
o abrazado por la noche de soledades espontáneas,
entre calles de esquinas desconocidas,
y horizontes inalcanzables, sin brújula ni palabras.
Acudía a la puerta de la vida, cada mañana,
aguardando el amor con una herida, en carne viva,
estaba allí, sin venir de ningún lado,
mirando el mar, sin determinar sus olas.
Dormía insomne, despertaba ciego,
entre desconocidas veredas de mis sueños,
indagando vigilias, encendiendo anocheceres,
esperaba algo y no deseaba nada.
iba y venía con las manos vacías,
cruzando desiertos, atravesando heladas,
con la mirada perdida en lejanías infinitas,
y el corazón privado de su esencial latido.
Hasta que alguien llega y abre la puerta,
para mostrarlo todo y descubrir la vida,
alcanzando el cielo, acariciando olas,
transitando el campo, desatando lluvias,
renaciendo en canto.
Alguien llega y la luz se enciende
Y la voz ya no es sorda
Ni la noche ciega
Y el horizonte ya no es ascua
Ni el cielo nada
Alguien llega y te da la vida
Te susurra quedo
Y te da alegría.