Ante el tronco de una encina,
recién cortado, cómo cabe
ponerse vanidoso, o prepotente?
No. Ingiero los posos tostados
del te que se me ofrece, y basculo
entre ladridos de perros, soportando,
inigualable, el peso de mi cuerpo.
Hasta las últimas estaciones
se me abalanzan los ladridos, el rugido
epífano, de lo que palpita entre
los labios. ©