Un intenso apego
hacia mis seres queridos,
siento en el acto
de fe y contrición,
que manifiesto
cuando converso
con Dios
y mi propio yo,
en mi confesión.
En el nocturno momento, escribo y pienso
entonces sueño,
me trasporto, los encuentro y los abrazo.
Lo vivo, lo hago
percibo el aliento,
el calor humano,
el milagro bendito,
por ese sublime amor
que alumbra el destino.
A veces no nos vemos,
pero los observo
y los avizoro,
porque son vientos
que por sonoros,
flautistas clásicos,
soplan divinos cantos.
Es el idilio
del padre, del hermano,
que el conticinio,
cubre, orando.