Alguien a quien llamo destino
-y que me bautizó guerrera-
me enseñó a sobrevivir.
Defenderme como sea
enrojeciendo mi verbo
o cargando mis armas.
Atacar si era necesario,
matar si era ineludible.
Pero nadie me enseñó
a no pintarme la cara.
A explayarme en la paz
para distinguir nítidamente
entre el bien y el mal.
Te disparé, fría, calculadora
y orgullosa, di en el blanco.
Más... con asombro y dolor
fui yo quien se desvaneció.
Cada santiamén de ti, lejana
caía otra gota de sangre
que me iba vaciando
...el alma.
Amor: enséñame todo lo que sabes
que ahora que quieres vivirme
no sé cómo resucitarme.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
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N°1441 – 26.12.22
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