¡Valiente! “Qué palabra tan bonita”,
me dijiste un día.
No sé si yo lo fui en todo momento,
que no siempre es valiente la osadía,
enmascarada a veces
con los laureles de la cobardía.
Quien me juzgó valiente
equivocarse pudo,
no lucimos la frente etiquetada
con nuestros vicios y nuestras virtudes,
antes bien, procuramos disfrazarla
con el precinto de la hipocresía.
Mas si la pronunciamos,
la palabra valiente mereciera
posar en almas claras y sencillas.
Es valiente la madre amparadora,
que sin medir esfuerzos
atiende humildemente
a las necesidades de su prole.
Es valiente el amigo,
cuando ve al compañero
y acude a socorrerlo en la desgracia,
sin que importen propias preocupaciones.
Quien ante la injusticia
enrojece de honrada indignación
y denuncia sin temer represalias,
tal es también valiente.
Hay mil formas de ejercer valentía:
en el quehacer diario;
en las simples facetas
que nos muestra la vida;
en nuestra rectitud como personas;
en el respeto hacia quien amamos.
No busquemos hazañas
por lucir de valientes,
a los graves momentos
y a las pequeñas cosas
prestemos empatía,
ahí reside toda la valentía.