Lejía sonora es el silencio
cuyo volumen atizo
sin otro propósito
que buscar el arco común
de nuestro pálpito,
aunque la música
use mi cerebro
como un balazo
en el estómago,
no me canso
de rasgar tu larga mudez
descabellada,
entre las libaciones perpetuas
de Mercurio,
ruidosamente aterrado.
Peonza y jirón
en tu seno,
olor natal a bruma,
donde labios anegados
pertenecen al crepúsculo,
fresca mirada al vuelo
de mis ojos cerrados.