Tus aullidos noto
y el sonido es afilado en tus colmillos,
que ya se me han clavado en mí
desde la distancia,
y ahora aguardo en las horas
de mi noche sin perder de vista
al esplendor de la luna
que te escuda;
espero una transformación
para tener el impulso
y el aullido
que me haga meritorio
de irrumpir en tu soledad
detrás de aquel satélite,
sin alegatos
por la gloria sin parangón
de tenerte y de tenerme.