Sin tu presencia,
persigo una utopía,
y soy consciente.
Pasan las tardes,
las horas corren lentas
y tú no estás.
Llegan las noches,
nos cubren con su manto
de soledad.
Y yo me aferro,
al sueño de los niños
enamorados.
Ellos no piensan
se entregan, sin reservas
y solo sueñan.
Entonces sueño
que estoy en tu regazo
y me acaricias.
También que duermes,
me acerco hasta tu lecho,
beso tu frente.
Se mezclan brumas
con noches estrelladas
que me cautivan.
Siento tu cuerpo
cercano, que suspira
y se estremece.
Y así pasamos
la noche en la distancia,
con nuestros sueños.
Rafael Sánchez Ortega ©
25/02/23