Solo la tierra que está bajo los pies
merece la gratitud eterna
porque lo ha dado todo,
aunque un día cualquiera nos pasara la cuenta.
Solo la tierra cálida y amada,
que transforma la miseria en riqueza,
bendita tierra lo que pare
y con bondad entrega.
Todos iguales a la hora de su cena,
el manjar exquisito que devora sin pena,
de etiqueta, puntuales cuando el minuto llega
al final somos eso, un puñado tierra.
Y mientras ella cuenta, las estaciones pasan,
y distrae la mirada este tapete persa de la naturaleza
con tan vivos colores, otoño y primavera
que contempla mi alma en noches sin estrellas.
Sigamos el camino, con alegrías y penas
con amores distantes, con sueños a la espera,
viviendo el cada día, con las cuentas en regla
con el alma desnuda, y la carga ligera.