Hijos, les doy por herencia mi nobleza,
mi sencillez en la escasez y la riqueza,
mi valor para enfrentar la artera vida,
mi tolerancia por ustedes conocida.
Les heredo el amor envuelto en alicantos
y aunque el amor es bueno, habrá también llantos,
más su entereza es grande y tendrán diplomas
con coplas de rosas y fragante aroma.
Les heredo el placer de la felicidad,
esa que vivimos en complicidad,
¿recuerdan? mejor que recibir, es dar,
mejor es amar con hechos, que rezar.
Por último, les heredo sin más mi paz,
esa que me arrulló en mis álgidos días,
esa paz que protegió mi último viaje
y me hartó de amor con su fino linaje.
Hoy dejo por legado mi poesía,
no es su herencia, pues es parte de mi vida,
espero que su sino no sea el mío,
pues mi sino no es igual a su camino.
Andrés Romo
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