Somos la vida en la renuncia. Vivos
despojos ya sin voluntad. Patéticas
ruinas que buscan persistir. Frenéticas
sombras del sueño y del insomnio. Chivos
de la expiación más despiadada. Divos
de un espectáculo salvaje. Éticas
aparte: buitres, bilis, hiel... Poéticas
muertas. Esclavos. Del placer cautivos.
Somos aquellos que no son. La furia
es nuestra madre y nuestro padre. Hijos
de la anestesia y la implacable sed.
Nada nos basta. Caminamos fijos
los ojos, blancos de cruzar la espuria
puerta a ese abismo al que caer sin red.