Tengo mi corazón como el otoño
como un arbusto en un jardín sombrío
que sólo con el soplo de la brisa
malgasta su fragancia y su albedrío.
Llevo melancolía entre los labios
que me reclama como un desafío
pintar los vientos de la primavera
entre los juncos y álamos del río.
Soy como un remolino de pasiones
que en sus entrañas nota el calor frío
de este ficticio viento que me arrastra
a la vorágine del extravío.
Tañidos de campanas en mi pecho
me llegan como un triste desvarío
que a borbotones entran por mi sangre
y sin control sollozo, peno… y río.
R. Bersabé