Querido silencio:
Ayer llovió
y yo no pienso decirle a nadie
que pasé toda la tarde
rompiendo sueños de desconocidos,
deshojando amores de personas al azar
que caminaban conmigo,
a mi lado y sin sonrisa,
en la misma calle indiferente,
nublada,
gris,
y sobre todo:
libre de presagios y de ritmos de vals.
Porque ayer llovió
y volvió a mi la nostalgia de las fuentes,
los vendedores de globos
y los niños que jugaban
(que a lo lejos aún juegan)
a adueñarse de algún mundo de jabón,
sólo para destruirlo
y sonreír.
Ellos sí sonríen. Ellos
miran a los ojos.
Ellos viven lo que la gente callada
añora, o añoraba vivir.
Pero ayer llovió
y yo me pasé la tarde
haciendo mimos frente a la pared.
De pie, en la ventana,
acariciando aquel cielo nostálgico
que también me acariciaba.
Tal vez lloré.
Tal vez, después de un rato,
como un niño de aquellos,
sonreí yo también.
Carlos Alcaraz
30/09/10