Animo con la austeridad
que me precede, aliento
desde la agónica mirada,
temblor de serpientes, a
reparar mi frente, erguida
entre titubeos adolescentes:
mirad, caballos solitarios
se ausentan, con sus extensas
crines, de este lago de tristeza;
y retornan del labio larguísimo,
una noche de cruel tormenta,
empapando las sienes y los calcetines.
Tan suavemente que pareciera
inercia de los sueños, empujado
por un viento hostil a los postes eléctricos.
Donde se asientan, tras los placeres
cotidianos, nubes y luminosas siluetas
de pájaros y aves. Mirad, de frente,
mi frente erguida sobre el manejo
de la tierra-.
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