Buscas la casa
del bosque, abandonada,
y no la encuentras.
Es un recuerdo
que queda en la retina
y que no ves.
Aquellas tardes
de hermosas primaveras
allí quedaron.
Cerca del lago,
la barca y los flamencos
y con su paz.
Hoy desearías,
volver a ese pasado,
parar el tiempo.
Pero la vida
prosigue su camino
y tú con ella.
Ya no hay casita,
ni barca, ni flamencos,
y apenas lago.
Y tú te acercas
con pasos vacilantes,
en el invierno.
En tus pupilas,
florecen unas lágrimas,
buscando vida.
Van a tu pecho
rozando tus mejillas
y luego al suelo.
Tú nada dices.
Suspiras como el niño
que un día fuiste.
Rafael Sánchez Ortega ©
02/03/23