edgardo vilches

EL AMANTE DE UNA ASTRONOMIA TERRENAL

Sobre el dulce aliento de tu boca,

donde las delgadas líneas de tus labios

entrelazan palabras y suspiros,

una voz llega de pronto a mí

y las ansias no se calman

y te sigo solo con la mirada.

 

Tú me hablas en un lenguaje

tan astronómico,

que los océanos parecen

no tocar orillas

 y una marejada constante

me azota el corazón.

 

Tú me haces estremecer,

mientras habitas

las ansiosas manzanas

del paraíso terrenal.

 

Llena de lluvias

y tupidas arqueologías

de flores vivas,

me interrogas con mil miradas

y como un niño

en medio de la noche,

te observo como un astrónomo,

que busca el polo final

del polvo cósmico.

 

Seducida por la juventud,

caminas cadenciosamente

por las espesuras de los horizontes,

que los marinos le robaron al verano,

y cantas las canciones de amor,

con la gracia de los autores del universo,

que con sus melodías hicieron

que este mundo tuviera una música

para cada pasión…para cada dolor.

 

Sé que yo no te merezco,

porque no provengo

de las estelares miradas de un dios

que te engendró con una belleza colosal,

que llevas graciosamente

y que a veces me mira

con la indiferencia  de los rosales en primavera,

aquellos que compiten

con el candor de tu trinchera sexual,

que hace que se inventen otros mundos

más allá de mi banal vida citadina.

 

Deduzco al final de este año,

que me amaras

hasta que agotes todo tu candor en mí;

hasta que los violines del hemisferio norte

lleguen con una partida

de caballeros somnolientos

y te lleven al espacio sideral,

donde reinaras

pensando en la primavera del sur

y en los mágicos mundos

que empezaste a inventar,

cuando en cierto momento

anidaste en mi corazón.

 

Llegas tarde a cumplir mis sueños,

porque no alcanzo la altura de tus pechos

y tu mirada sigue inventado otros amaneceres.

 

Me quedo en tus rodillas

como un perro, que mira a la luna

y especula con un sueño imposible.

 

Se que eres inalcanzable

y por tu boca emanan las voces

que en cierto momento hablan

un lenguaje tan desconocido para mí,

que toda mi dicha se convierte en cenizas,

que el viento arrastra a los confines de la tristeza,

donde una lagrima tiñe el firmamento

de un opaco sueño, que no alcanza

la altura de tus estrellas.