Buenos días.
Te preparé tu café.
Sabes, soñé que ya no estabas.
Que me levantaba, como todas las mañanas,
pero ya no te veía.
Estaban tus cosas:
tu cafetera, tus tazas,
un gatito que dormía,
en la pared tu guitarra,
pero tú no aparecías.
Y te extrañé.
La tristeza fue fluyendo.
El silencio avanzaba.
Estuve a punto de llorar cuando desperté
y pensé...
Dime ¿y si un día te vas?
- Quedará el aroma del café.