Llamé a tu puerta
y vi tus labios, tristes,
estremecerse.
Nada te dije
y nada me dijiste,
no hacía falta.
Porque el amor
estaba entre nosotros
y \"sin palabras\".
En nuestros ojos
cambiamos la tristeza
por dos sonrisas.
Luego, sin prisas,
nos dimos un abrazo
desde el silencio.
Unos gorriones
miraban esta escena
de primavera.
Y es que tu cuerpo
temblaba entre mis brazos
con mil suspiros.
Allí se unían
los sueños y proyectos
tan hilvanados.
Y allí empezaba
un mundo diferente
lleno de espinas.
Pero miraron
al cielo, nuestros ojos
y sonrieron.
Rafael Sánchez Ortega ©
04/03/23