Vienes de lejos a veces, de donde la muerte
no te toca, desde ese lugar
a dormir conmigo, a regresarme el alma.
Ya nadie viene a preguntarme nada
-fumo en silencio- y el viento golpea la ventana
al vibrar una despedida,
y los demonios más resueltos son las desgracias
que vienen a buscarme
a esta casa que enviudó, que quiere irse.
Solo un pedazo de lápiz con su punto en la memoria,
y trozos de vidrio, de anteojos
que recuerdan
acaban recostados sobre ríos de polvo
nacido en lo profundo, en lo superficial.
¡Ya nadie pregunta nada!
Solo la tinta se estremece, solo el silencio fluvial
va hacia abajo, solo la niebla del día,
el alcohol de la noche
y la copa abrazada a su sed gratuita llevan
el destello en que me afinco.
Siempre puedo sentir la fiebre en el aire, siempre
puedo levantar mi tienda
como un colono, en las ojeras de algún lugar
y siempre puedo sentir
a las desnudas horas besarme hasta hacerme viejo.