Benjamín se vio desnudo en aquella noche clandestina de sosiego y templanza, de cobardía o de valentía, sí, completamente desnudo, y sin más tiempo en que los recelos de la verdad se vio automáticamente, como si estuviera allí sollozando en el tiempo, y más que eso el desnudar al tiempo y a las horas perdidas entre cada pasión dada y ofrecida en esa noche llena de pasión cuando Estefanía se entregó en cuerpo y alma, con vida y con corazón hacia la exacta conmísera atracción de dar con una sola verdad de que el amor le había hecho en hacer a todo un laberinto de amor, desde el principio hasta el final, pasó por muchos lugares exquisitos, pasó por muchos sitios donde la piel hace oler a rosas clandestinas y de rosas del jardín del corazón de Benjamín. Y Benjamín claro y automático, pero, muy desesperado en volver a amar a una mujer con esa templanza y con ese ímpetu en el amor a cuestas de la sola razón, sólo quiso entregar cuerpo y alma, corazón y vida, extrañando lo que más es la esencia de que el funesto y el cálido de los instantes se tornó seco, intrínseco, extraño, e indecorosamente inocuo, entrañable y desesperado en amar con su boca toda la piel de Estefanía si se vio Benjamín, calmando de deseos con sus labios, pero, amando y haciendo y realizando una entrada y salida de un laberinto de amor, sólo en la piel de Estefanía. Cuando Benjamín por fin le habla a Estefanía, le pregunta, -“¿estás bien?”-, y Estefanía en un viaje universal de ricas sensaciones, de elevada atracción, y de sutil deseos, de pasión vehemente y de ensueños ya realizados, pero, ¿y qué del laberinto de amor?, si lo halla en cada pedazo de la piel del cuerpo de ella misma. Cuando en el instante en que se amó fue como un sueño, un pedazo de cielo inalcanzable, y con esa lluvia penetrante, dispuesta en frenesí, y en calma en algunos momentos, hasta que rompe a llover con demasiadas fuerzas nuevamente, y ahí, es que la penetración hacia el cuerpo de Estefanía le duele como una espada contra la pared, y sin poder aguantar cada pedazo del filo guardado para sentir el sólo hedonismo. Y Estefanía así lo sentía como una espada en cada penetración del placer que le da la vida sucumbiendo en un sólo delirio frío, pero, tan candente como poder ser la pasión ardiente y tan calurosa como el poder ser el papel en la escritura de la poesía de Benjamín, y ella se dejó llevar cuando en el camino perfecto así se hizo por primera vez, cuando en el altercado frío o en la camorra insoportable de un transeúnte que entra a un bar con botas extrañas de colores rompiendo el cristal de copas tiradas en el suelo, ¿y sabes qué es el cristal?, el cristal es dolor con que se amarran los labios al besar por amor a la mujer que se amó, y con ese mismo calor humano y con ese mismo cristal se besó con los labios sedientos de sed a la copa y ahora está en el suelo tirada allí como si no hubiera sido nada ese pedazo de cristal tirado en el mismo suelo en que hoy el transeúnte pernocta allí mismo en ese mismo bar bajo la lluvia de mayo después de ese candente atardecer frío y desolado. Y no quiso más ni le dio ganas de volver al transeúnte a ese bar. Y mientras tanto Benjamín y Estefanía amándose nuevamente, y queriendo amarrar el deseo y más que eso la llave de la entrada de su cuerpo y la entrada de ese cruel laberinto de amor que crece más y más y dejando una huella entristecida, porque realmente no se sabe dónde está ese laberinto, que Benjamín calca con sus labios de amor en el cuerpo y más que todo eso en la piel de Estefanía. Cuando, al fin y al cabo, le sonríe con dolor la vida a Estefanía, y llegó al cuello de Estefanía el pobre Benjamín, cuando le dice al oído, -“¿me sigues, verdad?”-, porque en realidad no se sabe a ciencia cierta dónde queda ese laberinto de amor sino que Benjamín lo cruza, y entra y sale del laberinto de amor besando el camino en la piel de Estefanía, cuando siempre y cuando, él sabe de una cosa extraña de que algún día pasará lo peor con Estefanía. Y sin temor y sin miedo alguno, porque en realidad ella toma las riendas sueltas por los cabos sueltos, y en verdad de que no se extraña en nada, pero, aunque todo mundo le teme a lo desconocido, ella sabe a dónde ir, cómo entrar y cómo salir de ese cruel laberinto de amor para cuando llegue la hora exacta de verse cara a cara enfrentando su camino y su destino. No es el laberinto de Lutú, ni el laberinto del perro en Hutu, o sea, que el laberinto de amor era más fácil de salir que de entrar cuando ella tiene las riendas de la vida tomadas por el cabo derecho y quién sabe de la verdad de lo que pasará en un mañana. Mientras tanto ella ama con tanta vehemencia a Benjamín que le sigue el paso con la mente y sin poder olvidar cada pedazo de piel en que Benjamín la besa y más que eso la ama con pasiones de las buenas. Y con exacta prontitud y con recelos de la vida y de la cruel verdad de que su mundo no cambia, pues, quizás algún día su entorno cambia para bien o para mal dentro de ese laberinto de amor de Benjamín. Mientras que se continúan amando Estefanía y Benjamín si al mismo tiempo la lluvia corre por el suelo y barre el suelo con su poder de agua buena dejando una estela sin sensaciones por el rumbo en dirección hacia la piel de Estefanía, y queriendo entregar ese cuerpo y esa piel a sus clandestinos besos y más a sus labios fríos por la lluvia, pero, muy candente y siempre protegiendo a su mujer con besos candentes y dando calor aún. Sólo el deseo, la fuerza y el dolor se unieron en una sola forma en hacer crear un laberinto de amor con los besos de Benjamín sobre el cuerpo y la piel de Estefanía con entrada y salida. Siempre mirando en que la entrada posee una flor llamada gardenia y al final las rosas rojas que a Estefanía le fascinan. Cuando al fin y al cabo, Estefanía quiso entregar vida y corazón, alma y luz, pero, no le da abasto la luz que tiene y que posee en los ojos enamorados de luz trascendental. Y Benjamín amando la suerte, a la pasión y al delirio entregando ¿qué?, solamente el corazón, con redoble latir, con fuerzas y con un latido muy veloz y muy fuerte no puede dejar de sentir. Porque cuando en realidad se amó bajo el temple del frenesí de la lluvia y bajando cerro abajo el umbral en la ciudad de Lutú, Benjamín y Estefanía se imaginaron de que la lluvia continuaba bajando por el acantilado. Y, así era, pues, la lluvia era una insistencia de esas en que el alma con fríos no calma el torrente de aguaceros y tempestades en que se siente más el frío viento de esos menesteres. Porque cuando en el delirio sosegado de creer en el alma bendita de Estefanía y, sí, aún le queda el alma y más que eso se electrizó la forma de ver el siniestro cálido de un sólo sentir en la piel, y, sí, que así, como esos besos penetrates en la piel de Estefanía, y aún no acaba en hacer el amor, a Estefania, en esa noche impetuosa de un torrente de aguaceros tenues, pero, muy eficaces en mirar la noche clandestina de placeres buenos. Porque cuando en el embate de dar con el primer beso en la piel se erizó de escalofríos y de un placer muy elevado en el sentido de Estefanía. Y, aún, en el tiempo y Estefanía sin sospechar ni poder saber de que en el instinto se aferró al saber de que la forma de ver el cielo pinta a lluvia de un desastre de esos en que la lluvia hace a veces. Cuando en la noche y más en el frío de la aventura de ese nuevo amor que pasa por la fantasía y llega a la realidad sucumbiendo de prisa como la brisa del aroma de esa piel que aún penetra entre los labios de Benjamín. Porque cuando en el embrague de la vida y más con esa lluvia en frenesí, se dio como lo más pernicioso de pericias dadas y encontradas en la piel de Estefanía. Cuando en el altercado se aferró al frío desconcierto de dar una comitiva de cerrar los ojos para amar la piel de Estefanía, y calcar el mapa de un laberinto de amor, lleno de entradas y de salidas, pero, ella solamente ella, Estefanía, sabe el sortilegio verdadero de la entradas real y la salida verdadera de ese laberinto de amor en que calca Benjamín en la piel de Estefanía. Y Estefanía sin saber ni sospechar de que la suerte la lleva ella en la piel muerta de espantos nocturnos cuando en la noche fría de ese siniestro perdido cae la lluvia como en un sólo frenesí, cuando en el momento se dispone en ser como el frío sosegado y templado como la forma más vil de creer en el desierto frío y tan friolero en dar una sola insistencia autónoma de creer en el amor a toda costa. Y Benjamín se fue de rumbo incierto por la piel de Estefanía, cuando al fin y al cabo, se vio friolero de espantos nocturnos como ella misma, pero, en vez de sentir miedo y temor sólo sintió un buen placer y muy extasiado, cuando el universo se aterra como el frío de esa lluvia en que cae como un frenesí de altos aguaceros. Si cuando se amó por primera vez, se siente un amor de esos de juventud, pero, no, no, eran ellos demasiados maduros y con cordura pra entender y asimilar la vida y lo que realmente pasa entre ambos. Cuando en el trance de la verdad se vio friolero como la verdad en que se desata una conmísera insistencia de creer en el alma llena de luz, cuando en la luz se corrige la oscura soledad que se atraviesa hoy, pero, el amor sólo el amor le da una felicidad inmensa de creer en el embate de ver el cielo de azul añil, pero, lleno de luz y de lluvia en derredor. Y el amor entre Benjamín y Estefanía ya termina, pero, no en falsedad, sino en la pureza de una impoluta verdad, cuando se aferró el deseo y más que eso en el trance de la verdad se electrizó la forma de dar una sola señal y fue que en el cielo se vio la lluvia en un sólo frenesí. Cuando en el ademán frío de entrever la razón se siente como el suave desafío de sentir en la piel en erotismo, el placer y la vehemencia en hedonismos y sin poder concluir ni terminar aún, y es que tanto Benjamín como Estefanía no querían terminar la relación sexual en que se debate un sólo capricho de creer en el trance de la eficaz tormenta que pasa por esa habitación de amores y sin poder concluir ni terminar aún. Cuando en el combate de la guerra y de la razón se convierte como la pureza hecha carne en cruda realidad entre el amor de ambos. Si en el trayecto del camino y de ese cruel y vil mapa, se electrizó la forma de ese laberinto de amor calcado en la piel de Estefanía, y se vio friolero cuando terminó de amar a Estefanía, se sintió desolado, pero, muy pasional, se sintió triste, pero, muy complacido, y muy extenuado entre la virilidad del hombre amando a una sola mujer como lo era y es Estefanía, cuando en el trance de la verdad era una mujer con calibre, con buenos aromas de mujer, con una piel de seda y con ímpetu en amar trascendentalmente cuando ocurre el desastre de ver el cielo, si casi todo había cesado, pero, aún queda la poca llovizna en el cielo dentro de esa pequeña, pero, inmensa habitación en ese atrio donde se amó vehemente y tan apasionadamente en que sólo el amor reinó como nunca antes ni después. Y, realmente, como lo más imposible de creer en el amor se vio como el amor pasional, pero, muy transparente como translúcido es el diamante pulido, cuando ella quedó amada y extenuada por los besos de un verdadero hombre y más llamado Benjamín. Porque cuando en el frío altercado de creer en el alma de Estefanía, se vio entristecida por un espanto seguro en dar la comitiva de creer que en esa llovizna creció como relámpago de luz dando una tormenta de rayos y centellas bajo en el mismo cielo en que más amó, bajo la caricia de luna con luz de nácar. Y, Estefanía, se dedicó a ser como la razón perdida o como el corazón amando una vez más, en que se cuece el delirio o el desafío en creer en la razón más perdida de un sólo tiempo y sin justificaciones algunas. Cuando en el imperfecto defecto de su corazón quedó amando sin consecuencias, sin ofrecimientos, sin sobornos, sin chantajes, sin tener nada en común más que el propio amor entre las venas embriagando con recelos la vida misma. Cuando ocurre el desperfecto y de un recto corazón cuando se amó sin imprudencias, y sin más menoscabo que la misma pasión dada y floreciendo como aquellas gardenias a la entrada y esas rosas al final del laberinto de amor hecho con los besos sobre la piel de Estefanía, sólo se edificó en fuertes razones cuando en el embate de dar primero se fue de la vida y más de ese puro amor en el mismo corazón amando. Y sin poder destrozar la vida misma, se debió de creer en la fuerza del amor en el corazón, y sin poder destruir la pasión en el mismo trayecto del recto corazón, cuando en el delirio más frío se edificó la estancia de Estefanía con alegrías en ese atrio abandonado, pero, lleno de felicidad. Si, Benjamín le confesó todo y que él conoce una entrada y salida de un laberinto de amor que vio entre sus reflejos y sus sueños prediciendo la vida de Estefanía. Porque cuando en el venidero instante de creer en el desarmado corazón, y de haber amado con pasiones y vehemencias, si en el instinto de aferrarse se percibió como el más caro de los amores en subrepticio calor. Si en la noche en la madrugada de esa noche fría y de tempestades y de tormentas se dedicó en ser como la misma pasión o como el mismo hambre cuando ambos se sentaron a la mesa, y discutieron lo que hicieron el amor con un cruel laberinto de amor petrificado en la piel de Estefanía con los besos de saliva translúcida por el cuerpo y más por la piel de Estefanía por hacer el amor con Benjamín. Benjamín se confesó como si hubiera estado en el estrado de la confesión en una iglesia y que el cura o sacerdote y que era ella, Estefanía, la que amó sin dolores, con pasiones buenas y con una voluntad en albedrío. Y Benjamín, se aferró al dolor y a la pasión por Estefanía cuando decide confesar lo que le hizo en la piel tatuando con sus besos un laberinto de amor en la piel de Estefanía. Y, Estefanía, le confiesa el pecado más grande de ella, y que no pudo saber lo que realmente hizo Benjamín en la piel de Estefanía. Cuando en el afán de Estefanía en poder creer en el amor perdido, pero, ciegamente se siente como el paisaje de ida y sin regresos, cuando en el instante se cuece de delirios innatos, pero, inocuos y trascendentales como lo fue tener que amar bajo el imperio sosegado de un sólo mal tiempo. Cuando Estefanía se aferró al desastre de creer en ese laberinto de amor como una premonición de su futuro sin ser cierto, y Estefanía solamente con alegría, y con un sólo destino se presiente como el deseo y como la vida en un solo estado de bien y no de un mal inconsecuente de poder creer en el desenlace frío y de un mal instante en que se siente como el desafío o como lo inerte e inmóvil de un cielo lleno de azul añil, pero, de nubes grises como la triste tormenta. Cuando en el trayecto de la vida perfecta bajó la lluvia cerro abajo por el umbral del cedro más alto y en la ciudad de Lutú, pero, cuando la lluvia se enredó más entre las fibras del corazón enamorado fue cuando en el sentido se sintió más frío que nunca. Si en el embate de dar una sola salvación se edificó el tormento y más la terrible tempestad en cuanto al deseo de envenenar al alma y de un sólo deseo de ver al cielo de azul añil y con suave desenlace de creer en el trance perfecto. Y se fue Benjamín del atrio donde se amó inconscientemente y vehementemente pasional, dejando las huellas en esa piel bendita de infinito deseo, en la cual, se amó con pasión y de la buena benevolencia de la vida misma, cuando en el trayecto efímero, pero, perenne, se vió electrizado el desafío inerte de un instante frío como el de saber en querer amar a esa lluvia de tiempo y de fríos inocuos. Y sin ser posible en querer amar quedó Estefanía en soledad en ese atrio abandonado y tan desolado y como el mismo silencio. Porque cuando se va Benjamín del atrio y Estefanía quedó en la sola soledad se dedicó en ser como en el camino que recalcó Benjamín en la piel de Estefanía, cuando la amó candentemente e inocuamente en la sola transición de querer amar lo que más desató una sola premonición. Y fue allí mismo en que Estefanía fue la mujer de Benjamín y allí mismo quedó por siempre su cuerpo postrado y tendido sobre aquella habitación en el atrio devastado de telarañas y de suciedades, pero, con todo el amor de un hombre hacia una mujer llamada Estefanía. Y Estefanía quedó en soledad cuando miró a ese baúl en el atrio y la llevó lejos de aquel atrio como una premonición devastada de imperios y de sosiego porvenir cuando cayó en redención y pudo solventar lo que pudo ser. Y en ese baúl sólo le queda varias entradas y una de ellas era la entrada de gardenias hacia un laberinto lleno de amor, pero, quedó como lo insospechado y como lo más inerte de un todo, y como lo más inmóvil de un sólo deseo en su pecho de infinito deseo. Y Estefanía quedó como una muñeca o un títere y como una marioneta en aquel juego del amor entre Benjamín y Estefanía y, Benjamín lo sabía todo. Y Estefanía recordando el juego de besos en la piel de Benjamín cruzó los estandartes de ese laberinto de amor y cruzó y llegó hasta la salida de rosas clandestinas con el aroma de su piel desnuda cuando amó inconscientemente a Benjamín y supo algo Estefanía, que su piel lo puede sentir todo y supo seguir y proseguir el juego del amor y más de un laberinto de amor, en el cual, se petrificó la espera de amar nuevamente y salir en la salida con esas rosas clandestinas del juego del amor entre Estefanía y Benjamín. Y Estefanía sólo recordando los besos y cómo recalcó el laberinto de amor en su piel, sólo fue el comienzo de un todo, cuando volvió a amar como nunca y tan pasional y vehementemente y con ardiente calor. Y Estefanía corrió en ser como el fuego clandestino y devoró a aquel laberinto de amor y lo cruzó hasta poder hacer del amor un verdadero juego y más del amor sin consecuencias dadas ni ofrecidas. Cuando en el comienzo amó nuevamente sólo con recordar esos besos calcando el laberinto de amor desde su propia piel. Y sigue la lluvia desde ese atrio cuando quedó desnuda Estefanía en el laberinto de amor y con un frío devastador lo que auguró más que tenía en su piel el calor de esos besos de su hombre llamado Benjamín.
FIN