Sentada frente a un espejo,
viendo la unidad familiar de la que carezco,
ácida como yo, mi reflejo me habla de pesimismo,
llamándome inteligente por la vida que poseo,
por los discursos de convencimiento,
envuelto mi vacío en el ideal, pobre amante
Pobre que no respeta ni su edad,
pobre infierno sin calor, que no sabe
que para que el exista necesita de mi,
de mi profanación, de mi promesa de paraíso,
sin eso la condena no tiene sentido,
así pues pobre de mi, sin mí