Incapaz de elaborar nada,
trata al menos, de contrarrestar
los diversos efectos
de la nada, que de tu espíritu
se apropia sin contemplaciones:
observa el delicado estado
de tus sentidos, aquellos que antaño,
transfiguraban tus impresiones, y
recuerda que, sobre los helechos,
la luna todavía crece y se espabila.
Aunque poco quede de entonces,
llena tu vida de palabras, sin exageraciones,
como alguien te recomendó, mientras
pasan y se suceden las estaciones.
Sin demasiado sentido, ni exceso
de voluntad: sólo por ver dibujarse
la sombra de las nubes sobre la tierra
ya pisada. En muchos aspectos, tu vida
es como esa nube, fugaz, leve, que acumula
agua y la vierte sobre los tejados tristes
de la ciudad, evaporándose.
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