Escribana de memorias

Un dolor desconocido y futuro

Duelen las entrañas,

de cada amor no correspondido,

de cada canción no dedicada,

de las cartas secretas no enviadas,

de los besos que no se han regalado.

 

Duele el tiempo imaginario contigo,

de no saber quien merecerá

un cariño genuino

y una ilusión no vivida.

 

Duele el amor que aún no es desamor,

duele la ausencia de amor,

duele no ser la ilusión de aquel,

de sentir la soledad prejuiciosa

de la sociedad moderna.

 

Duele el alma como el peso de la misma gravedad,

de los hijos que no llegarán,

duele la noche,

y la penumbra tiene peso propio.

 

Duele respirar corto y con esfuerzo,
 
con la presión de un peso muerto en el pecho,
 
tan pesado como la decepción del porvenir,
 
que solo augura soledad y rutina.
 
 
Duele ver los años pasar,
 
duele pensar la edad,
 
las épocas especiales,
 
duele cada mes,
 
así no sea el día veintiocho.
 
 
Duele el desconocimiento de aquel,
 
que demora en aparecer,
 
que es enviado por un superior,
 
duele su ausencia, 
 
duele el amor desconocido.
 
 
Duele extrañar lo vivido,
 
lo que era perfecto,
 
lo que no era tangible, 
 
y dejó de existir,
 
por un desafortunado hecho
 
de intolerancia.
 
Duelen las lágrimas desconocidas.