“TIERRA DEL FUEGO: EL ENCANTO DE UN ENSUEÑO”
(2da. Parte)
El sol y las lluvias licúan las cimas nevadas o heladas y las laderas blancas, formando riachuelos que bajan al tumulto, se adelantan por los valles, penetran por las onduladas planicies y, a veces uniéndose entre sí, afluyen al mar. Algunos alimentan lagos que encantan por su transformación en espejos donde se reflejan los colores del cielo y las formas de las montañas.
Con singular magnificencia ha querido la naturaleza o quizás el Creador de todo, mostrar sus dones en la Tierra Fueguina.
La costa oriental es un trazo que, desde Punta Catalina, sigue la dirección sudeste hasta el Cabo San Diego, pasando por Cabo Espíritu Santo y Cabo Nombre; éste con el Cabo San Sebastián, forman los dos extremos de la Bahía del m ismo nombre, que es la principal fractura de esta línea.
Al este de la Tierra del Fuego, entre los Cabos San Diego y Buen Suceso, se encuentra la Isla de los estados, separada de la Isla Grande por el Estrecho Le Maire, separación quizás de origen contemporáneo al Estrecho de Magallanes.
Los hombres de ciencia de todas las épocas y provenientes de todas las latitudes, han estudiado y descrito el ambiente fueguino, deseosos de establecer, definitivamente, su conformación y de llevar a la mente del estudioso y al ánimo de cuantos viven enamorados de su belleza, el ideario de lo que es la Naturaleza Austral…
Continuará…
Roberto Bardecio Olivera
(Marzo de 1991)