Calles estrechas,
casitas deslucidas,
aquí y allá.
Es donde vivo,
sin plaza y sin iglesia,
pero es mi aldea.
Viejo terruño,
decían los ancestros,
con mucho orgullo.
Y los recuerdo
charlando en un descanso
junto a la fuente.
El bebedero
de vacas y de asnos
en el camino.
Caras curtidas
con labios temblorosos
mientras fumaban.
Aquel cigarro
sacado con orgullo
de la petaca.
Y aquel mechero
de yesca, inconfundible,
que no fallaba.
¡Calles, callejas,
rincones de mis sueños
y de mi aldea!
Rafael Sánchez Ortega ©
07/03/23