desde el mar de ruido le escribo al mono maquillado;
ese mono enjaulado en su recinto de confort y malas crianzas;
el mono encadenado que busca la preservación de su euforia, de sus placeres;
yo te digo a ti, mono, que despiertes
porque tú vives sin vivir
distraído, sí
cuerdo, no
de tu distracción y tu desenfoque
se construye el mundo de caramelo;
el mundo de caramelo junto al mar de ruido, atraído por un ser egoísta que brinda la desdicha;
de ti me compadezco, por no buscar tu desprecio,
pues eres egoísta, siendo víctima de la conquista,
la conquista del poder superior, de aquellos
los culpables de las desdichas,
los culpables de los tropiezos