Vito_Angeli

Sir Lancelot, un caballero muy hombre (2da parte)

(escuchar la música en el reproductor que esta encima de esta aclaración al leer el poema)


CAPITULO  II

Pareciera que el agua no es agua sin el fuego. Y así, esa agua que representaba Camelot por su tranquilidad pacífica, por el equilibrio en el espíritu de sus habitantes ante la ausencia de amenazas militares, desaparecería de la misma forma como cambian las estaciones.

Arturo, mi rey, había dejado en retiro sus días de mártir desde que por ultima vez el Caballero Negro intentara tomar por la fuerza nuestro castillo, lo que fue en vano por la eficacia que nuestro ejercito mostraba desde hacía años. Después de la última gran batalla en York, la vida fue más placentera pero uno no puede negar que necesita pelear, porque el reto del peligro es lo que hace interesante el mantenerse vivo día a día. Como no tuve mayores problemas en la seguridad del palacio, preferí distanciarme de Camelot sin romper mi compromiso con la corona del rey Arturo y los honorables Caballeros de la Mesa Redonda.

Así fue como emprendí mis encrucijadas a lo largo de toda Inglaterra y sus alrededores. Años pasaron y mi experiencia fue aquilatando grandes conocimientos en cada paso de mi errante vida. Las culturas que fui conociendo tenían cada una particularidades propias. Me demostraron que sin la espada ni la armadura y que con tan solo decisión y perseverancia se pueden hacer cosas extraordinarias. Si antes de viajar solía ser un hombre de pocas palabras, que guardaba sus sentimientos, que no mostraba miedo y sobretodo que no sentía nada por nadie, ahora en cambio siento como si hubiera renacido con una visión diferente de las cosas. Una vez, en una de mis tantas andanzas, un viejo ermitaño que vivía en un cueva exiliada supo contarme que en el mundo hay dos fuerzas que siempre estarán en pugna: la fuerza del espíritu, en alusión al pensamiento y la fuerza de la espada, en alusión al poder físico y estaba en el astucia de cada uno saber manejarlas sin que se consuman la una a la otra. Nunca hubiera imaginado que fuera de los muros de Camelot existiría un mundo tan vasto y maravilloso por descubrir; pero también lo maravilloso, tiene su lado peligroso. Una rosa lleva en si lo más puro de la vida, su frescura y su belleza aunque, para tener esa frescuram hay que pasar antes por las espinas que la rodean: esto me auguraba que vendrían tiempos en los que sangre correría de nuevo por las tierras que custodiaban el reino de Camelot.

No hay mal que dure cien años, pero no hay mal que no vuelva en cien años tampoco. ¿Por qué? El corazón de los hombres se corrompe fácilmente y ha sido la historia la que nos ha enseñado que donde haya algo deseado, difícil de alcanzar pero a la vez imposible de resistir, la amenaza de las guerras siempre estará presente. Lo irónico de ellas es que resulten ser uno de los motores que impulsan a la naturaleza humana en sus afanes desmedidos. Por supuesto, esta no fue la excepción.

Como les comentaba anteriormente, Arturo había entendido que ya era hora de poner fin a sus odiseas militares y como signo de ese compromiso fue que se dirigió al lago que se encontraba en los alrededores de Camelot.

-Señora de los Lagos, he vuelto para cumplir con mi promesa de retornar a vuestras manos la espada que fielmente me ha acompañado con su poder y excelencia en la maratónica lucha para defender a mi reino. Excalibur, que tu acero forje en tiempos futuros la paz que hoy agradecemos a tu presencia – invocó en alto el rey.

Así como de la nada, en el medio del lago, cuya arcillosa agua cubría el cuerpo de Arturo hasta sus piernas, se vislumbró un verdadero milagro: un remolino se formó en el centro del mismo y del remolino apareció lentamente el brazo de lo que parecía una mujer pero ese brazo estaba adornado con las piedras mas hermosas que alguien hubiera soñado. Esmeraldas, rubíes, diamantes formaban una armónica pero a la vez despampanante visión. Arturo arrojó Excalibur por los cielos y tanto el sol como las nubes por un momento quedaron paralizados ante lo que estaba sucediendo. La espada estaba destinada para aquel de corazón noble, puro y valiente pero ese corazón valiente ya no tenía motivos para seguir empuñándola.

La espada cayó en la mano de la Señora de Los Lagos y el día se oscureció de un momento a otro. Una voz celestial y penetrante se despertó de las profundidades del lago y le dijo a Arturo:

-Mi Señor, Excalibur descansará hasta que la adversidad vuelva a oscurecer los cielos y el mal inunde los parajes de estas tierras con gritos de dolor y llantos de angustia –

El rey agradeció y cabalgó nuevamente hacia el castillo para continuar con la paz imperante durante los años venideros.

 

 continuará...